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lunes, 19 de mayo de 2008

Que comen los mexicanos pobres.

Periódico El Universal
Sus ingresos aproximados son de 100 pesos diarios (poco menos de 10 dólares) y su dieta es contraria a cualquier régimen alimenticio sugerido por los especialistas para evitar problemas de salud como la anemia.
Ya sea en la zona rural o en medio de la gran metrópoli, las familias pobres del Distrito Federal comen dos veces al día y en momentos de crisis sólo una.
La dieta diaria de estos mexicanos son frijoles, sopa de pasta, tortilla, chile y refresco. Pocas veces comen pescado, carne roja y verduras. El arroz, el pollo, la leche y el pan han dejado de formar parte de su dieta por su alto costo. Si hace un año compraban un kilo de arroz a la semana, ahora compran medio kilo.
Esa situación la comparten los campesinos asentados en el sur de la ciudad de México y las familias sin vivienda propia que radican en el centro del Distrito Federal. Dicen que aun cuando aumente el precio de la tortilla la seguirán comprando porque “es lo único que llena”.
El informe La pobreza urbana en México, elaborado por el Banco Mundial, refiere que a nivel nacional, la pobreza alimentaria afecta a 17.6% de la población. En las zonas rurales, a 27.9% y en las urbanas, es 11.3%.
El reporte señala que los habitantes de las zonas urbanas y rurales en condiciones de pobreza comparten muchas características, pues por lo regular se trata de familias numerosas, con bajos niveles de educación y un menor acceso a los servicios en comparación con los ricos. Sin embargo, existen notables diferencias entre ambos en lo referente a los patrones de consumo, pues los pobres de zonas urbanas gastan más en vivienda (el doble que en el campo), en transporte y en educación, pero relativamente menos en alimentos, vestido y salud.
En el caso específico del Distrito Federal, el hambre es la misma entre quienes viven en el campo y en la urbe.
El campo
La familia Sánchez se asentó desde hace 20 años en el paraje de La Mora, delegación Milpa Alta, la zona rural del Distrito Federal. Dejaron su ciudad natal en Oaxaca para escapar de la pobreza, pero ahora viven en la colonia más marginada de la ciudad de México, según la clasificación hecha por el Consejo Nacional de Población (Conapo).
Trabajan una tierra que no es de ellos, pero tienen la certeza de que en temporada de lluvia su economía mejorará con la cosecha de nopal. Con los 100 ó 120 pesos diarios que llegan a ganar por una jornada que inicia desde las 8 de la mañana y termina a las 2 de la tarde confían en que puedan comer retazo de pollo junto con sus frijoles y la tortilla.
Justina Avendaño es su vecina y ella es de las pocas afortunadas que recibe una despensa cada mes —gratuita y de manos de una organización religiosa— con un kilo de arroz, frijoles, azúcar, harina y café.
La recibe desde que su hija de 6 años enfermó de anemia.
Guadalupe Guzmán es dueña de una tienda de abarrotes en este pobre paraje donde la principal demanda son los refrescos y las galletas. Su casa, donde atiende el negocio, está en ruinas, pero tiene ingresos seguros. “Cuando no tengo buena venta, ayudo a lavar a una señora y con eso comemos mis cinco hijos y yo”.
A diferencia del resto, compra carne de res y de puerco por lo menos dos veces por semana. “Aunque esté caro lo tengo que comprar, no tendré para arreglar mi casa pero para la comida sí”.
La urbe
En el centro de la capital, en la colonia Vallejo, delegación Gustavo A. Madero, 25 familias viven desde hace 42 años en casuchas de lámina de tres metros cuadrados donde todo se cuela. Se asentaron ahí porque aseguran que compraron el terreno a dos o tres dueños que fallecieron, pero no tienen escrituras. Deben 40 mil pesos de agua y 10 mil pesos de predial.
“Vamos al día, todo está muy caro y si antes compraba un kilo a arroz para la semana, ahora compro medio y así nos la llevamos. La tortilla sí trato de comprarla”.
Marta Castillo gasta 80 pesos diarios en comida. El pasado miércoles comió papas con acelgas. A tres casas de distancia, una familia se reunió ese mismo día para comer pollo relleno, después de un mes de no probarlo.

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